La llegada del Dauphiné Libéré hoy a Mâcon sirve para recordar la figura de uno de los mejores profesionales de las últimas dos décadas en el ciclismo profesional. Viatcheslav Ekimov. El ruso estrenó su palmarés en el Tour de Francia en Mâcon en 1991 en una típica etapa de final de carrera y como previa a la contrarreloj en al que se jugaban el maillot amarillo Miguel Indurain y Gianni Bugno, con idéntico final en la ciudad borgoñesa. El Tour de Francia 1991, representó un cambio en el ciclismo profesional. No sólo por la apertura de un ciclo nuevo con Miguel Indurain sino por la llegada a la cúspide de los ciclistas soviéticos. La de Ekimov fue la cuarta victoria de etapa en aquel Tour (así lo describía El País, aunque con algún error tipográfico en el titular) para la URSS y sus corredores, el último que corrieron bajo esa bandera.
Ekimov y sus compatriotas eran unos recién llegados al profesionalismo, y esa temporada 91 la primera que lo hacían en equipos grandes salvo nuestro protagonista. Él fue el abanderado de una generación (Abdaojaparov, Konishev, Ugrumov, Poulnikov,…), el más considerado, el pionero. Había sido campeón olímpico en persecución y se le temía.
El premiado como mejor ciclista ruso del siglo XX nunca alcanzó a ser el ogro que se auguraba cuando era amateur y corría bajo el férreo control de la URSS, pero sí que demostró durante 18 temporadas ser un excelente profesional, obtener victorias de calidad y acabar siendo un auténtico ‘capo’ en el equipo de Lance Armstrong. Como recuerdo, nos quedamos con su victoria en Mâcon, su primera en el Tour.