Palabras mayores, nombres que han marcado una época y calificativos superlativos está recibiendo la nueva joya del HTC. John Degenkolb está subiendo muchos escalones en su primera temporada en el World Tour y con tan solo 22 años. Las últimas alabanzas han llegado de su propio director, Brian Holm, quien dice de él que es «una mezcla entre Mark Cavendish y Erik Zabel». Casi nada. Aunque si echamos un vistazo a sus victorias en 2011, la comparativa no parece hinchada.
Tras algunas victorias menores, el primer golpe de atención lo dio en el GP de Frakfurt en mayo y la puntilla han sido sus dos triunfos de etapa en el Dauphiné Libéré, y en dos sprints muy diferentes; el del martes en Lyon en un repecho y el de ayer en Mâcon en unos metros finales totalmente planos. Degenkolb va dejando detalles de que no es un sólo un sprinter y que las grandes clásicas del calendario pueden ser su hábitat natural. Tal y como hizo Erik Zabel en los 90. Cierto es que nunca pudo con Flandes o Roubaix, pero fue el amo y señor de Milán-San Remo durante una década, ganó tres París-Tours, una Amstel y la Copa del Mundo de 2000, además de dos platas y un bronce en mundiales.
Pero más allá de las proyecciones de futuro, Degenkolb recuerda a Zabel a la hora de esprintar. La última imagen que nos ha quedado en la retina de Zabel es la de un ciclista fino para el sprint que ganaba más por astucia y colocación que por poderío. Pero no era así en sus inicios, y en ellos sí que se asemeja a Degenkolb: potentes y arrastrando un desarrollo brutal, apoyados ambos en un poderoso tren inferior.
Como muestra, puede servirnos la primera gran victoria de Zabel en una gran clásica. Fue la París-Tours de 1994, en la que el corredor del Telekom sorprendía a Cipollini y se hacía con el éxito, seguido de Bortolami y Spruch.